Desestabilizando Siria

¿Qué pasa realmente en Siria? Cada una de las revueltas árabes manifestaron reclamos que se encontraban soterrados y se catalizaron por diversos métodos. Pero detrás de ellos no estuvieron excentos los grandes trazos de la geopolítica internacional que a paso firme viene reacomodando sus fichas en el tablero de Oriente Medio.

Por Gabriel Martin


El principal socio islámico de Estados Unidos, Europa, y debajo de la mesa de Israel, es la monarquía medieval de Arabia Saudí, lo que explica la pasividad occidental por las atrocidades cometidas dentro de su territorio y por la represión que causó decenas de muertos en su directa intervención ante la revuelta chiita en Bahréin.

Ante el mismo escenario, el presidente francés Nicholás Sarkozy amenazó a Siria con una intervención militar igual a la que están llevando a cabo el eje EEUU, Gran Bretaña, Francia e Italia contra Libia.

La doctrina de la “guerra humanitaria” inaugurada por Clinton en los ’90, es aplicada al conflicto civil en Libia y Siria, pero no ante la represión extranjera en Bahréin o la desesperante situación palestina.

El 14 de enero comienza el estallido en Siria en una pequeña ciudad meridional, Deraa, cuando unos jóvenes fueron arrestados por pintar consignas contra el régimen de Bashar al-Assad. Esto disparó las protestas en Homs, Hama y Banias.

Sobrevino la represión y las decenas de muertos. Gran Bretaña y Francia elevaron al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas una condena que habría sido el primer paso a una intervención como la perpetrada contra Muammar al-Khadaffi en Libia, pero se encontró con la resistencia de Rusia, Brasil, India y Sudáfrica.

¿Por qué Siria? Por la sencilla razón de que es el principal aliado de Irán y virtual garante de la soberanía libanesa ante la perpetua amenaza de Israel de volver a intervenir, como infructuosamente hiciera en 2006.
En 2009, con financiamiento estadounidense, se instaló en Londres el principal canal de televisión satelital sobre Siria, Barada TV, para la oposición a al-Assad. El periodista Craig Whitlock del Washington Post dio cuenta de un cable de Wikileaks en que se revela que el Departamento de Estado venía financiando desde 2006 al Movimiento por la Justicia y Desarrollo radicado en la capital británica con al menos seis millones de dólares para sus operaciones opositoras[i]. Barada TV, en manos de este grupo, multiplicó sus emisiones para transmitir las protestas en Siria.

El jueves 18 de agosto, el presidente Barack Obama hizo público el pedido de renuncia del presidente sirio Bashar al-Assad[ii]. Pero esta no sería la única injerencia en la desestabilización del régimen sirio. A principios de agosto, la Fiscalía de El Líbano elevó acusaciones contra Wasim Tamim, Samir Tamim y Ahmad Qabri de traficar armas desde Israel al puerto de Banias en Siria para armar a los insurgentes, según consignó el periódico libanés Al Akhbar[iii]. Según la fiscalía, los contrabandistas estarían vinculados con el Movimiento Futuro del ex primer ministro Saad Hariri que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y Arabia Saudita.

Sin más, el embajador de Rusia en la OTAN, Dimitri Rogozin[iv] denunció que la alianza militar planea una intervención Siria para derrocar a Bashar al-Assad, dentro de una campaña más grande que incluiría una etapa sobre Yemen para el objetivo final: Irán.

La presencia de Al Qaeda en Siria es discutida pero se ha hablado de una suerte de convivencia en la que Bashar al-Assad no actuaría contra ellos mientras sólo restringieran sus operaciones a Irak. Aunque el régimen sirio es de confesión alauita, una rama del islam shía, los elementos de Al Qaeda que cruzan a Irak tienen como objetivo las comunidades chiitas apoyadas por Teherán que encarnan la más dura oposición política a la presencia estadounidense.

Mientras elementos de Al Qaeda combaten en Libia para derrocar a Muammar al-Khadaffi apoyados por Estados Unidos, Francia, Italia y Gran Bretaña, el sucesor de Osama Bin Laden, Ayman al-Zawahiri brindó su apoyo a los opositores a Bashar al –Assad en Siria que busquen derrocarlo[v].

Cabe decir que la doctrina de Al Qaeda se funda en el wahabismo profesado por la monarquía saudí, enfrentada con Khadaffi como con todo lo vinculado a Irán. 

Antecedentes
En noviembre de 1970 el jefe del Partido Baaz y general de la fuerza aérea, Hafez al-Assad dio un golpe de Estado. De confesión alauita, una rama originaria del islam chiita, Hafez fue el primer dirigente no sunita de Siria y propulsaba un estado laico y la Constitución promulgada en 1973 estipulaba que la presidencia podía ser ejercida por cualquiera, independientemente de su confesión. Esto detonó protestas en la ciudad de Hama, núcleo de sunitas donde a mediado de la dé la década del ’60, junto con Alepo, se fundaron los Hermanos Musulmanes de Siria.

La tensión se agravó cuando en 1976 Hafez introdujo a Siria en la guerra civil del Líbano en el bando de los cristianos maronitas contra los musulmanes de izquierda y los palestinos, y además ordenó la detención del imán de Hama, Maruán Hadid que reclutaba estudiantes para los Hermanos Musulmanes. Hadid comenzó una huelga de hambre, muriendo en junio de ese año. Para vengar a Hadid, en 1979, un grupo radical atacó la academia militar de Alepo en que la mayoría de los cadetes eran alauitas, asesinando a ochenta y tres aspirantes de ellos.

La escalada de violencia se haría imparable. En marzo de 1980 Rifaat al-Assad, hermano del presidente, ordenó tomar por asalto una aldea cercana a Latakia y Alepo en la que impuso la ley marcial y ejecutó a más de doscientos aldeanos sospechados de formar parte, colaborar o simpatizar con los Hermanos Musulmanes, mientras que veinticinco mil soldados ingresaban en Alepo requisando casa por casa y arrestando a ocho mil habitantes. Tres meses más tarde la respuesta se tradujo en un intento de asesinato de Hafez que milagrosamente se salvó de un ataque con granadas. El gobierno contestó con una nueva orden de Rifaat, esta vez ingresando comandos a la prisión de Tadmur, asesinando entre quinientos y mil seguidores de los Hermanos Musulmanes, cuya pertenencia, pocas semanas más tarde, sería penada con la muerte por una ley promulgada el 7 de julio de ese año.

La sangría ocasionada por el gobierno tuvo su espejo en una serie de asesinatos de funcionarios y allegados de Hafez al-Assad, que decidido a mostrar su fortaleza, ordenó tomar la ciudad de Hama, capital de la oposición islamita, en abril de 1981, en la que ingresaron sin resistencia y donde perpetraron una descomunal matanza de seres de todas las edades, con al menos cien víctimas, aunque varias fuentes estipulan varios centenares.

Los Hermanos Musulmanes comenzaron a perpetrar atentados con explosivos por toda Siria, siendo el más espectacular el realizado el 29 de noviembre de 1981 con un coche bomba en Damasco, arrojando doscientos muertos y más de quinientos heridos.

El asesinato del presidente egipcio Anuar al-Sadat por los Hermanos Musulmanes dispararía los peores temores del régimen sirio que en febrero de 1982 volvió a tomar por asalto Hama, lograda con éxito tras una semana de feroz resistencia: entre diez mil y veinte mil pobladores sospechosos de cualquier vínculo o simpatía con los Hermanos Musulmanes fueron masacrados a discreción.

Eugene Rogan en su espectacular libro “Los Arabes” apunta que debido a los reveses de los Hermanos Musulmanes en Egipto y Siria tuvieron que trasladar sus proyectos de estados islámicos a otras fronteras, en primer lugar al Líbano, donde tanto Israel como Estados Unidos tenían intereses en la guerra civil, y en distinta medida a Afganistán, ocupado por la Unión Soviética en 1979 por lo que el conflicto comenzaba a trasladarse a la esfera global[vi].

En la guerra civil libanesa participaban directa e indirectamente una cantidad notable de países europeos, Estados Unidos, Siria, Irán e Israel y tangencialmente Arabia Saudí, Irak y Libia, todos apoyando financieramente y con armamento a distintas facciones. Hafez al-Assad que ingresó como fuerza de paz de la Liga Arabe para garantizar la seguridad de la minoría cristiano maronita, en realidad estaba abocado a que ninguna fuerza se impusiera decisivamente por otra, lo que explica el cambio contradictorio de apoyos que se volcaría finalmente por los chiitas libaneses, la principal y más pobre comunidad el país pero perpetuamente marginados de la política.

El eje de la alianza siria con los chiitas libaneses se remonta a 1976 cuando Musa al-Sadr, imán iraní que encolumnó a las comunidades chiitas en el Movimiento de los Desheredados y que tras el estallido de la guerra civil formó la milicia llamada Movimiento Amal, rompió su alianza con los musulmanes izquierdistas liderados por Kamal Yumblatt en el Movimiento Nacional. La Revolución Iraní de 1979 inspiró a los chiitas libaneses que conseguían así el inédito apoyo de un Estado de la misma confesión y propició una alianza que también al día de hoy, es fundamental. Al mismo tiempo, la flamante República Islámica encontró en el movimiento libanés un ámbito propicio para extender su influencia y exportar su revolución como en otras regiones de confesión chií en el sur de Irak, Bahréin y en el este de Arabia Saudí.

Pese a que Irak era aliado de la Unión Soviética, cuando Saddam invadió Irán en septiembre de 1980 en una conflagración que duraría ocho años, en 1982 Bagdad comenzó a recibir de Estados Unidos apoyo en armas, financiamiento y apoyo de la CIA, lo que hacía inevitable la hostilidad de Teherán con Washington, conflicto que se extendería al Líbano.

Aunque Siria era un estado laico e Irán una república islámica, el pragmatismo forjó esa alianza ante amenazas comunes encabezadas por Estados Unidos, Israel e Irak. A contramano del resto de los estados árabes, Siria apoyó a Irán en la guerra con Irak y los iraníes proporcionaron apoyo financiero y militar a Damasco.

La invasión israelí del sur del Líbano en 1982 daría forma al triángulo entre Siria e Irán con los chiitas libaneses como una de sus piedras angulares.

El 3 de junio de 1982 se produjo una suspicaz megaoperación que involucraba a Estados Unidos, Irak e Israel por un lado y a Irán, Siria e Irán por el otro. Ese día el embajador israelí en Londres, Shlomo Argov, sufrió un intento de asesinato por la banda palestina de Abu Nidal por encargo de Saddam Hussein en su segundo año de guerra contra Irán. En apenas 72 horas Israel puso en marcha la “Operación Paz para Galilea” e invadió el Líbano en un plan que evidentemente estaba preparado de antemano, con la excusa de expulsar a la OLP cuyo acto emblemático fueron las masacres de Sabra y Chatila.

Probablemente nunca se sepa si aquello fue un plan de inteligencia coordinado pero tenía todos los ingredientes. Abu Nidal estaba enfrentado a la OLP y actuó por encargo de Saddam Hussein, que recibía apoyo financiero y militar de los Estados Unidos para atentar contra el embajador israelí en Londres, lo que desencadenó en la invasión del 6 de junio de Israel al Líbano para expulsar a la OLP (que venía respetando el alto el fuego con Israel desde hacía un año) y forzar el retiro de tropas por parte de Siria, a la sazón, único aliado de Irán.

Israel acababa de firmar un acuerdo con Egipto y con su invasión del Líbano, el primer ministro Menajem Beguín y Ariel Sharón, ministro de Defensa, buscaban llevar al poder a Bashir Gemayel, líder del cristiano ultraderechista Partido Falangista Maronita a quienes habían financiado con cien millones de dólares y habían brindado armamento y entrenamiento militar en suelo israelí a sus milicias. La excursión israelí al Líbano dejó 18.000 muertes y 50.000 heridos, casi en su totalidad civiles.

Tras el asesinato de Bashir por parte de un cristiano maronita del Partido Social Nacionalista Sirio opuesto a la colaboración con Israel, terminó siendo electo por el parlamento libanés su hermano Amin Gemayel para la presidencia. Aunque éste era más cercano a los sirios, Estados Unidos e Israel le obligaron a firmar un bochornoso acuerdo de paz el 17 de mayo de 1983 firmado con medio país ocupador por el ejército israelita. Entre las compensaciones a Israel en que debía incurrir el Líbano, arrasado por la potencia militar de los primeros, se encontraba la inclusión en el Ejército Nacional Libanés de una milicia cristiana entrenada y financiada por Israel.

Uno de los artículos del pacto al que fue forzado el Líbano incluía la retirada de Siria como requisito previo para la retirada israelí. Siria no fue consultada sobre este aspecto que dejaba al Líbano bajo la tutela de Israel alterando las correlaciones de fuerza en la región. Se reanudó una guerra civil en la que se encontraban las milicias chiitas de resistencia, con Siria, Irán y la Unión Soviética detrás; y por el otro lado Israel y Estados Unidos apoyando con su enorme poderío y presencia militar, a los falangistas y otras milicias.

Assad con Ahmadinejad
La invasión israelí del Líbano provocó que en el valle de la Bekaa, en campos de entrenamiento organizados por miembros de la Guardia Revolucionaria de Irán se creara el movimiento de resistencia chiita Hezbollah. Paradójicamente la población chiita del sur del Líbano era refractaria a la presencia de la OLP que a causa de sus operaciones contra Israel desde 1969, les había ocasionado grandes penurias a causa de las represalias. Naim Qassem, vicesecretario general de Hezbollah llegó a decir que “debido al sentimiento de hostilidad que algunos habitantes del sur del Líbano habían desarrollado hacia los palestinos, los invasores israelíes fueron recibidos de buena gana, entre gritos de alegría y puñados de arroz”[vii]. La ocupación israelí del Líbano desplazó a Yasser Arafat y a la OLP, pero ahora Hezbollah era la organización de resistencia que a diferencia de los palestinos, defendían su propio suelo y esto le terminó granjeando el apoyo de importantes porciones de libaneses de otras confesiones.

La presencia de Israel en suelo libanés hasta mayo del año 2000 no hizo más que exacerbar la animosidad contra Tel Aviv. La salida de Siria sería un poco más complicada.

En junio de 2000, menos de un mes después de la retirada israelí del Líbano, murió en Damasco Hafez al-Assad de un ataque al corazón y lo sucedió su hijo Bashar, ungido candidato único por el partido Baaz. Bashar daría un giro unívoco. A las idas y vueltas en los cambios de alianza de su padre Hafez, Bashar apoyó siempre a las milicias chiitas y consolidó su alianza con Irán.

La permanencia siria se extendería por otros cinco años y su salida se forzaría por el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri. La oposición libanesa acusó rápidamente a Damasco de estar detrás del atentado respaldados por una intensa ofensiva diplomática de Estados Unidos que llegó a retirar su embajador en Siria.

Otra sombra que se extiende sobre la vida política libanesa es el juego que despliega Arabia Saudí apoyando a las facciones contrarias a los chiitas, en colaboración con el Mossad como en el caso del clérigo chiita Sayyed Mohamad Ali al-Husaini, capturado en abril de 2009 acusado de trabajar para la inteligencia israelí[viii] y financiado por la monarquía saudí.

El atentado contra Rafik Hariri se produjo en un punto bajo de sus relaciones con Siria, aunque siempre mantuvo estrechos vínculos con Damasco y Hezbollah. Arabia es junto a los Estados Unidos el principal apoyo al tambaleante liderazgo de Saad Hariri.

El principal beneficiario fue Israel que vio como Siria retiraba los 14.000 efectivos del territorio libanés ya que desde 1991 Damasco y Beirut firmaron un compromiso de defensa y cooperación de inteligencia aún vigente.

El avance


La retirada de Siria del Líbano dejó a este país en una situación de gran debilidad. El 12 de julio de 2006 Hezbollah capturó dos soldados israelíes en la localidad fronteriza de Aitaa al-Chabb y pidieron la liberación de prisioneros árabes de las cárceles israelíes. Pero Tel Aviv afirmó que la milicia había cruzado la frontera y no consideró que se tratara de una acción terrorista sino la acción de un Estados soberano que lo invadió, por lo que el primer ministro Ehud Olmert lanzó la “Operación Recompensa Justa” con un ataque marítimo, terrestre y aéreo sobre el Líbano, que destruyó considerables porciones de la infraestructura que este país había logrado levantar tras largos años de guerra civil.

La desestabilización de Siria propicia el terreno para una acción similar a la que acabó con el régimen de Muammar al-Khadaffi en Libia con las reiteradas amenazas de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos contra el gobierno de Bashar al-Assad.

Al mismo tiempo Israel amenazó con un enfrentamiento militar contra Siria en caso que la ONU apruebe la creación de un Estado palestino[ix], temiendo que los refugiados en Siria crucen la frontera y tomen las Alturas del Golán, parte del territorio sirio arrebatado por Israel.

Uno de los puntos volátiles entre Líbano e Israel es que sus fronteras no se han delimitado y Tel Aviv reclama yacimientos gasíferos en el mar que aliviarían su dependencia del suministrado desde Egipto.

Las operaciones encubiertas estaban preparadas para perpetrar dos golpes de Estado casi simultáneos en Libia y Siria, pero Khadaffi lo abortó deteniendo al coronel de la defensa aérea Adballah Gehani, que el 18 de noviembre de 2010 se había reunido en Benghazi con funcionarios y empresarios franceses en el marco de un plan para un golpe de Estado llevado adelante por la DGSE (servicios secretos franceses) y con la inestimable colaboración de Nouri Mesmari, ex jefe de protocolo del líder libio que desertó a Francia el 6 de octubre de 2010.

La detección del plan de golpe de Estado en Libia llevó a los organismos de inteligencia occidentales involucrados (Italia, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos) a enmarcar la acción contra Khadaffi dentro de las revueltas árabes.

En Siria no lograron contactar con oficiales capaces de realizar un golpe contra Bashar al-Assad y se puso en marcha la agitación social en los enclaves sunitas refractarios al régimen alauita, precisamente en los enclaves donde desde la década del ’70 se venían enfrentando los Hermanos Musulmanes con Hafez al-Assad.

Los Hermanos Musulmanes desempeñaron papeles claves en las revueltas de Túnez, Egipto y Siria. Sin más, en la década del ’40 el MI6 (servicios secretos británicos) apoyaron a la cofradía que comenzaría a ser financiada por la CIA en los años ’50, según reveló el ex agente William Baer, para derrocar a Nasser, que había acercado posiciones con la Unión Soviética. En la caída de Mubarak, la hermandad apoyó la caída pero acompaña el continuismo del régimen.

Samir Amin categóricamente espetó que “la gran apuesta de Estados Unidos son los Hermanos Musulmanes”[x]. Lo hizo en relación a la revuelta egipcia, pero es transferible a la red de la hermandad.

No fue casual que la revuelta en Siria comenzara en la región de Deraa que puede recibir suministros desde el Golán israelí y Jordania. Las protestas en Siria se producen fundamentalmente en localidades fronterizas y no en Damasco, una no sutil diferencia a las manifestaciones en la Plaza Tahrir en El Cairo, o en la Plaza de la Perla de Manama, la capital de Bahréin.

La diferencia con Khadaffi es que Bashar al-Assad ejercía la oftalmología en Londres cuando fue buscado para asumir el poder tras la muerte de su padre y evitar así una guerra entre los generales del partido Baaz, y se sostuvo en el mismo por una enorme legitimación popular. Pero el Departamento de Estado y las corporaciones mediáticas replican la manipulación mediática que usaron en el golpe contra Hugo Chávez en Venezuela en 2002, silenciando la brutalidad y corrupción de dictaduras y monarquías en Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, Marruecos, Jordania, Irak, Afganistán y las permanentes violaciones a los Derechos Humanos de Israel contra los palestinos.

La campaña de propaganda contra Siria, que aceptó el multipartidismo, tiene como objetivo deteriorar lo suficiente la imagen del régimen en el mundo para justificar el congelamiento de los activos bancarios en el exterior que sostienen la economía siria, provocando un desplome económico que genere un descontento popular.

Tanto en las operaciones contra Libia como Siria proliferaron cuentas de twitter y blogs de supuestos nativos que escribían en inglés nativo para comunicarse con sus compatriotas de lengua árabe. El caso más resonante que el “blog de Amina” que describía los terribles padecimientos de una lesbiana en Siria y movilizó a internautas en todo el mundo llegando a las pantallas de grandes noticieros. Peritajes demostraron que el blog fue realizado por un propagandista de 40 años en los Estados Unidos, a la sazón, activista de la oposición siria.

En todo este concierto uno de los jugadores más fuertes es el principal aliado de Estados Unidos e Israel: la monarquía reinante en Arabia, los Al Saud. El régimen wahabita tiene en la República Islámica de Irán su principal antagonista tanto en el plano político, religioso, económico y militar, y de ahí su alianza con Tel Aviv y Washington para enfrentar a todos los movimientos de resistencia aliados que pongan en riesgo su hegemonía.

Uno de los aspectos fundamentales de la alianza saudí con Washington es el poder de la monarquía hacia la OPEP. La única oposición política y económica que tiene Arabia en el reducido club de los productores de petróleo son precisamente Irán y Venezuela, ambos contrincantes de Washington.

El arma letal que Arabia Saudí juega contra estos países es la de aumentar unilateralmente la producción de petróleo desplomando el precio del crudo a nivel global, beneficiando fundamentalmente a Estados Unidos y la Unión Europea e impactando directamente en el PBI venezolano e iraní, como hiciera en junio de 2011 elevando la extracción a diez millones de barriles diarios.

Un histórico enemigo de la monarquía saudí fue precisamente Muammar Khadaffi, en una turbulenta relación en que los árabes acusaron al mandatario libio de planear un atentado contra la vida del príncipe heredero Abdallah ibn Abdelaziz[xi], que derivó en la ruptura de relaciones en diciembre de 2004.

Otro jugador que cada vez toma un protagonismo mayor en la región es Turquía, miembro de la OTAN que participó en las operaciones sobre Libia. Con la apertura calculada para que partidos islámicos lleguen al gobierno, Turquía comenzó a jugar un rol central para neutralizar la influencia islámica de Irán en los países turcomanos, el Cáucaso y fundamentalmente en Siria donde apoya fuertemente a la oposición a Bashar al-Assad.

De este modo y recorriendo los antecedentes, una nueva acción sobre el sur libanés por parte de Israel, junto con la desestabilización y posible invasión de Siria, o un forzado cambio de régimen que reoriente su política exterior orientado por la OTAN tal cual se ejecutó en Libia dejará a Irán sin sus aliados regionales y rodeados por la V Flota de los Estados Unidos patrullando el Golfo Pérsico y acantonada en Bahréin, y las bases militares que estos tienen al oeste en Irak y al este en Afganistán.

Hablan por sí solas las declaraciones emanadas desde Estados Unidos como del senador demócrata Joe Lieberman que hace años propone acciones militares contra Irán[xii]. O dichos de Robert Gates, el secretario de Defensa de los Estados Unidos vertidas el 25 de marzo de 2011 señalando que había tres regímenes en Oriente Medio que debían ser condenados: Libia, Siria e Irán. Uno fue derrocado, el segundo tambalea.


[i] “U.S. secretly backed Syrian opposition groups, cables released by Wikileaks show”, The Washington Post, 18/04/2011
[ii] “Obama calls for Syrian president to step down”, The New York Times, 18/08/2011
[iii] Al Akhbar, 14/08/2011
[iv] Nato plans campaing in Syria, tightens noose around Iran, RiaNovosti, Moscú, 05/08/2011
[v] CNN, 28/07/2011.
[vi] Rogan, Eugene, Los árabes, Crítica, Barcelona, 2010, p.638
[vii] Qassem, Naim, Hizbullah: the story from within, Saqi, Londres, 2005, p.88
[viii] Haaretz, 01/06/2011
[ix] La República, México DF, 11/08/2011
[x] Samir Amin: “Washington apuesta a los Hermanos Musulmanes”, Sur, Buenos Aires, 05/06/2011
[xi] EFE, 22/12/2004
[xii] CBS, Face the Nation, 11/02/2009

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