John William Cooke



Del comunismo al peronismo, Cooke transitó el puente natural de la teoría marxista a la práctica de masas. Su paso por Cuba, su encuentro con el Che y su enrolamiento en las milicias cubanas que defendieron Playa Girón de la invasión organizada por la CIA. Delegado de Perón y adversario teórico de Perón.

Por Gabriel Martin
Abordar a un personaje como Cooke va mucho más allá de la idea de revisar la historia de una figura protagonista de la historia del peronismo.
Cooke era antes que esto, un revolucionario de intachable consecuencia y un intelecto impecable. Cooke fue un revolucionario profesional.
Tomar su pensamiento es buscar algo de luz a los problemas que atravesó el  país en sus días más oscuros, con su pensamiento de vanguardia durante el primer gobierno peronista, y especialmente como organizador de las organizaciones revolucionarias.
Su consecuencia y coherencia ideológica lo llevó inclusive a alejarse y distanciarse del propio Perón, de quien había sido nombrado delegado personal.
La diferencia era que Perón a la distancia del exilio buscaba conciliar a un movimiento nacional que Cooke ya había vislumbrado como sujeto histórico de la revolución tan buscada, de un socialismo nacional y no importado.
En toda su elaboración teórica, Cooke escribió con los pies en la tierra para tomar la realidad y transformarla.
Por eso recordar a este hombre es vital para saber que en la Argentina hubo indudables revolucionarios, negados por la historia oficial.
Cooke suele ser equívocamente visto sólo como un abocado a la militancia, donde dejó su salud  y finalmente su vida, que de prolongarse pudo haber transformado a las formaciones revolucionarias de los ’70.  La ausencia de los más experimentados y brillantes pensadores fue fatal.
Un revolucionario como Cooke, que enfrentó a la burocracia desde el pensamiento, a la dictadura desde la Resistencia y al imperialismo poniendo el pecho en Playa Girón en 1961.

Las influencias del pensamiento de Cooke
Como hombre impregnado en su realidad histórica, Cooke se vio impactado por el movimiento de masas.
Rotularlo pura y exclusivamente como peronista es faltar al rigor histórico. Cooke comprendió al fenómeno peronista pero buscó sus raíces desde el revisionismo histórico y una clara concepción antioligárquica en aquellos movimientos nacionales que precedieron al peronismo como el federalismo de Juan Manuel de Rosas, las montoneras federales que enfrentaron al propio Rosas como las de Chacho Peñaloza, Felipe Varela y López Jordán, y finalmente el radicalismo popular de Hipólito Irigoyen.
Cooke estudiaba la historia para entender su presente y forjar un futuro.
En la metodología teórica, abordó al peronismo con una concepción puramente clasista, al cual veía como aceleración del nacionalismo revolucionario que redundaría en el socialismo.
Desde esta posición, Cooke se enfrentaba a la burocracia “que rectifica los aciertos y reincide en los errores”. La burocracia, para Cooke, no sólo era el quiste sino la casta parasitaria que desangra el Estado en beneficio de la oligarquía.
La vida y el pensamiento de Cooke, luego del golpe de 1955 estuvieron abocados a encontrar la fórmula superadora del peronismo al que caracterizó como el “encuadramiento de las fuerzas populares vertebrado en torno a la clase trabajadora”.
Al infame golpe de la Revolución Libertadora, lo calificaba como  “despotismo clasista” de la oligarquía, pero como peronista, el propio Cooke admitía que “el peronismo se limita a jaquearla pero no la suplanta revolucionariamente”.
Contra lo que los marxistas de laboratorio pregonan, Cooke adoptaba a rajatabla el método de flujo y reflujo de la lucha de clases. Para él, el peronismo fue en su momento el nombre del proletariado nacional y la lucha era “por la toma del poder por los trabajadores y la construcción nueva del socialismo nacional”.
Para cuando el primer período de Perón llegaba a su fin, Cooke avizoró al cerrarse la prosperidad de la posguerra “se agudizan las luchas de clases” siendo la trabajadora la base del movimiento nacional. Ahí acuñó una de sus más famosas frases: “El peronismo es el hecho maldito del país burgués”.
Tenga en cuenta el lector en diferenciar el fenómeno de masas peronista de aquel entonces y la burocracia que hoy se escuda tras sus banderas.
Vieja factoría inglesa, Cooke mamó aquella historia de la Argentina profunda, subyugada  y colonizada que generó, sin desarrollo de capitalismo, a la clase trabajadora.
Pero Cooke no veía como único problema la antagónica relación entre pueblo y oligarquía, sino que engendró algo que preocuparía profundamente a este hombre: la liberación cultural.
Cooke decía en su libro Apuntes para la militancia que “la dependencia económica aseguró la esclavitud mental” y la Argentina “semicolonia quedó unificada en el culto idolátrico  de las ideas, símbolo del liberalismo.
Con esto Cooke lega dos cosas: siendo un hombre de ideas fuertes, el dogmatismo y sometimiento a las mismas de las que nuestra “izquierda portuaria” como caracterizaría, es su máximo exponente en el país, dado que el  pensamiento de Cooke estaba ligado a una práctica concreta. No existía el “librepensador” que fumando una pipa y paseando por Londres o París desprendería sus ideas para la solución del pueblo; y segundo y no menos importante, la derrota que implicaba caer bajo un pensamiento único es tan vigente como cuando Cooke lo sentenció en 1964. Cuatro décadas después, con el bloque socialista derrumbado junto al Muro de Berlín, América Latina se debate en romper con las cadenas del pensamiento único del neoliberalismo reinante. Y la izquierda portuaria sigue buscando recetas en Petrogrado o en la Comuna de París, y no en las luchas revolucionarias de la América Profunda. Todavía el frío que pasó Lenin vale más que las penurias de Felipe Varela y Artigas.

Cooke y la cultura: sobre libros y alpargatas

La “intelligentsia” porteña, escandalizada por el acceso a la Universidad de las clases populares elevó el antagonismo arrojando a las clases trabajadoras la falsa dicotomía de “libros no, alpargatas sí”.
En la Editorial de la revista De Frente, del 3 de enero de 1955, y con absoluta vigencia, Cooke explicaba que esa consigna respondía en realidad al “repudio a una clase intelectual que vivía de espaldas al país y a su hombre”.
Como la izquierda portuaria, que miraba con mayor pasión la Comuna de París que los alzamientos de Chacho Peñaloza, estos intelectuales ponían, y ponen, sus ojos al Atlántico donde encuentran más apasionantes historias en la cultura británica que en el Martín Fierro.
Para esto, Cooke consideraba de vital importancia que un “nuevo gobierno procediese a reestructurar la Universidad” y lanzó en pocas palabras el papel que la misma debía cumplir: “Un movimiento que aspira a cumplir una obra revolucionaria tiene que formar los cuadros docentes con hombres que participen de su ideario. Esos profesores a su vez tienen la misión de impartir una enseñanza que lleve la convicción de que hay un programa nacional en el que cada uno tiene un papel que cumplir”.
“Hay profesores que creen que ese alto cometido consiste en repetir desde la cátedra slogans de propaganda política. Con eso infligen un agravio a la inteligencia de sus alumnos y ofrecen una deleznable exhibición de obsecuencia. Conspiran así contra la Universidad”.
Pasaron cinco décadas de estas palabras de Cooke que hoy siguen siendo aplicables a la golpeada situación de la universidad pública y los falsos compromisos: “Están los que no actúan de buena fe, porque buscan méritos computables presupuestaria o políticamente. Saben que es menos riesgoso transformar la cátedra en barricada, que pelear en una barricada verdadera. Y barricadas no han faltado para los que deseaban defender convicciones revolucionarias”.
En la búsqueda de una verdadera cultura nacional, Cooke no ahorró críticas a lo que en su momento se consideraba popular como sinónimo de lo autóctono: “Cultura popular no significa dar categoría a obras sin más mérito que su fácil repercusión en el público, sino llevar al pueblo expresiones de real valor artístico. Para buscar una cultura propia y abandonando la retórica o la repetición servil de creaciones extranjeras hay que fomentar la búsqueda de expresiones auténticas que planteen los grandes prívelas argentinos, o los eternos conflictos de la conciencia del   hombre”, señalaba Cooke.
Por si hacía falta resaltar su fortaleza ideológica y que no era un obsecuente, Cooke le decía esto al propio Perón en 1955.
La cultura para Cooke era el canal por el cual la conciencia de lo propio se haría carne. Las semillas que se siguen cosechando fueron sembradas por Sarmiento y sostenidas por la visión mitrista de la historiografía oficial: “Las epopeyas de nuestra historia -decía Cooke-, quedaron desfiguradas bajo una fábula sin sentido: Rivadavia era un héroe, Facundo un salvaje”.
Las fábulas gauchescas se repiten a lo largo de la historia y vale más una pintura holandesa que la expresión de un pincel salteño.
En nuestro desvastado sistema educativo, muchos estudiantes no conocen por nombre las capitales de cada una de las provincias del  país, pero cualquiera con acceso a la televisión puede nombrar al menos diez ciudades estadounidenses.
Como aquella dicotomía de “civilización o barbarie” era por demás falsa, tampoco tenía mayor validez esa supuesta pretensión de los cabecitas de relegar los libros por las alpargatas. En todo caso era, es y será, “libros sí y alpargatas también”.

Política

“Los comunistas en  la Argentina somos nosotros”
Desde 1946 John William Cooke es electo diputado de la Nación y adopta una posición propia y para nada “verticalista” lo que le cuesta no ser candidato para el segundo período peronista.
La principal controversia de disidencia que demostraría su independencia de acción dentro de un movimiento de masas fue su voto en contra de la aprobación del Acta de Chapultepec y la Carta de las Naciones Unidas en 1946.
En  la sesión de la Cámara de Diputados se indicaba que la aprobación de ambas sería “un voto de confianza a Perón”, algo característico del sistema presidencialista argentino. En su discurso, Cooke se posicionó en contrario argumentando que en el Congreso no se emiten abrazos y votos de confianza: “A esta Cámara sólo se ha traido el hecho concreto de la ratificación de un acto de política exterior (…) Cada uno cumple con su deber de acuerdo a su conciencia y opino que las llamadas Actas de Chapultepec y la Carta de la ONU deben ser rechazadas”. Cooke veía en estas constituciones alentadas por Estados Unidos un avance sobre Latinoamérica y la soberanía de las naciones. Aunque pudiera sonar mal para los falsos internacionalistas, Cooke argumentaba que “no todos los Estados son iguales”, frase que no involucraba a los derechos de los mismos sino a la relación de potencias imperialistas y países coloniales y atrasados. Sobre la adhesión a las Naciones Unidas, institución internacional hoy en extinción y descarado personero de los intereses de Washington, Cooke la veía desde 1946 como “una estructura violatoria de los elementales principios de derecho internacional y de convivencia”.
Cooke fue un peronista por cuanto vio el encauce popular del mismo como  voz de la clase obrera, como defendía también las reivindicaciones populares del yrigoyenismo.
Perón nombra a Cooke delegado personal
Pero esto no implicaba para Cooke la “sacralización del Partido”. Ante todo estaba la coherencia del hombre de acción.
Las palabras de Cooke como uno de los más lúcidos revolucionarios de la Argentina del siglo XX estaban respaldadas por su cuerpo.
Mientras la burocracia circunstancial que se había acomodado (demasiado) en casi diez años de gobierno peronista, se escondías como ratas luego de las bombas arrojadas sobre Buenos Aires por la propia Aviación de Marina, Cooke estuvo en la organización y coordinación de la Resistencia y las formaciones revolucionarias peronistas.
Cuando recién triunfaba la Revolución Cubana y el sueño del Che Guevara de instalar un foco en Bolivia con el apoyo desde el norte argentino del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) de Jorge Masetti, aún nadie contemplaba la posibilidad de iniciar una guerrilla rural en la Argentina, salvo un grupo de peronistas de la Resistencia que conformaron en 1959 el Ejército de Liberación Nacional Uturuncos, que respondía directamente a Cooke, que en 1958 había sido desplazado del rol de delegado de Perón, y además del direccionamiento político, Cooke trabajaba en la coordinación, suministros, reclutamiento, comunicaciones y logística  del foco tucumano.
Uturuncos tendría corta vida y apenas perdura en la memoria, y demostró en ese momento que la estrategia insurreccional planteada por Cooke en 1956, para desplazar a los militares y traer a Perón en el corto plazo, había fracasado mientras parte del peronismo dejaba el retorno del líder del movimiento a un plazo de largos años.
Pero esta visión de Cooke, por fallida que resultase, estuvo lejos de ser un delirio personal: Uturuncos fue una guerrilla contemporánea a la Revolución Cubana, al nacimiento de las FARC en Colombia y a la Revolución Argelina.
Luego, muchos miembros de Uturuncos y peronistas de la Resistencia viajarían a Cuba, ya a principios de los ’60 para el entrenamiento guerrillero para enfrentar al totalitarismo en Argentina.
Las posiciones revolucionarias de Cooke, junto al recelo de sindicalistas y diputados proscriptos que querían desalojar a Cooke como “heredero” en la conducción del peronismo le valieron las chicanas internas de “trosko” e “izquierdista”, a lo que sumaban la postura crítica de Cooke al segundo gobierno de Perón. Lo cierto es que Cooke tenía como objetivo la liberación nacional y el retorno de Perón por la vía insurreccional y luego de estar detenido en Rawson, escapó en 1957 a Chile y comenzó a formar parte de la organización del Comando Nacional Peronista para cumplir con la orden que Perón había mandado del exilio de golpear a la dictadura oligárquica por todos los medios.
Fue en ese marco en el que Cooke logró reunir en Tucumán a Abraham Guillén, un anarquista fogueado en la Guerra Civil Española, al Comando 17 de Octubre y Manuel Mena, donde Guillén propuso la lucha armada.
Para 1961, Cooke junto a compañera Alicia Euguren y Guillén viajaron a Cuba para conocer de cerca la experiencia revolucionaria y donde sostendrían un debate con Angel “el Vasco” Bengoechea, sobre la ubicación de la guerrilla que para este último debía ser urbana, pero Cooke sostenía las posiciones triunfantes del Che del foco en el monte.
Ese viaje lo encontraría a Cooke en un lugar y momento histórico inesperado: como peronista revolucionario se enroló como voluntario en las fuerzas revolucionarias que repelieron la invasión yanqui en Playa Girón.
Las circunstancias del arribo de Cooke, miembros de la JP y dirigentes de parte del resto de la izquierda nacional, respondía a  una intención del Che Guevara y su sueños revolucionarios, y su desconfianza total al PC Argentino que no sólo estaba en contra de la lucha armada sino que era colaboracionista de los gobiernos militares y obsecuente con Moscú, y por ello Cooke a la hora  de hablar de verdadero comunismo, respondía con su cuerpo, mientras los miembros del Partido Socialista con su habitual intelligentsia trataban a los peronistas de analfabetos sin comprender  por qué habían sido convocados  por Fidel y el Che.
Lo cierto que en esa primera experiencia guerrillera, Cooke había logrado aglutinar detrás del objetivo insurreccional peronista a la juventud peronista, a la izquierda no peronista que mayoritariamente provenían de las universidades de Buenos Aires y centros urbanos de todo el país.

Perón-Cooke: Correspondencia y confrontación
Una de las piezas más destacadas de la elaboración política se puede ver en la correspondencia que John William Cooke mantuvo durante diez años con Juan  Perón.
Esta puede leerse en la versión más conocida publicada en dos tomos. El primero que muestra la etapa inicial es el intercambio de cartas entre el Cooke organizador de la insurrección y las alentadoras respuestas de Perón. La segunda parte, es un increíble monólogo de Cooke que no recibía respuesta alguna del líder peronista.
Más allá de las caracterizaciones sobre cada uno de los personajes, este debate que llegó a niveles de confrontación casi total por parte Cooke, debe comprenderse entre la estrategia insurreccional y revolucionaria de éste y  los movimientos de Perón por mantenerse en el centro del movimiento peronista como estratega del mismo. Cooke expresaría constantemente la tendencia revolucionaria del movimiento, tanto en la elaboración intelectual e ideológica, la cual llevaría a la práctica siempre, en consecuencia con su carácter revolucionario.
Luego de reunirse en La Habana con  Fidel Castro y el Che Guevara, Cooke cursaría una invitación oficial a Perón para que pasara su exilio en Cuba. El  ala revolucionaria peronista vería esto como una traición, mientras que la “izquierda oficial” usaría esto para pretender demostrar el carácter contrarrevolucionario de Perón.
Cooke de uniforme en Playa Girón, Cuba (1961)
Tiempo más tarde, Perón explicaría que la decisión de no radicarse en Cuba respondía a no dar más pretextos a Estados Unidos contra la isla, siendo que su derrocamiento fue auspiciado, cuando no, por Estados Unidos junto a Gran Bretaña.
Las cartas se producen entre un peronista revolucionario que respeta a Perón como líder del movimiento, y un Perón que respeta la capacidad organizativa y coherencia política de Cooke.
Desde la primera carta, escrita por Cooke el  de 12 agosto de 1956, se expresan los análisis políticos, culturales, estrategia y táctica de la metodología social de la revolución, la filosofía y la organización contra la burocracia, y la insurrección general para avanzar al socialismo.
El inicio de esta discusión política, la da Cooke mientras estaba preso en Rawson, y la continuará desde Chile, cuando se fugara del penal patagónico y cruzara los Andes a caballo. Cooke avanzará en las concepciones de un movimiento revolucionario nacional embanderado en la consigna de Eva Perón: “El peronismo será revolucionario o no será  nada”.
Pero Cooke tiene en las cartas un carácter unidireccional mientras que Perón debía articular a decenas de dirigentes que ejecutaban su táctica, casi todos ellos enfrentados con Cooke por sus aires revolucionarios, su participación en la Resistencia y voluntario en operaciones militares en Cuba ante la invasión estadounidense.
Cooke descree por completo del determinismo histórico, de que las dictaduras se caerán por el inevitable desgaste propio, como sí creían los burócratas, sino por el contrario, Cooke afirmaba que “hay que crear las condiciones” para la insurrección y la revolución.
En este intercambio epistolar, Cooke señalará la necesidad de conformar una organización revolucionar centralizada, pero Perón esquiva a esto en la búsqueda de mantener la unidad de su movimimiento. Y la relación entre ambos comienza a tensarse.
Cooke buscaba organizar una insurrección general, no sólo un foco como la intelligentsia lo acusaba de “foquista”. La pregunta que comienza a hacerse es justamente si Perón quería esta “insurrección total”.
Sin embargo Cooke sigue informándole al líder sobre los planes de acciones, siendo el más elaborado el que escribiera el 28 de agosto de 1957 llamado “Informe general y plan de acción”, que era lisa y llanamente la elaboración de un Plan Revolucionario de Operaciones al estilo de Mariano Moreno, para desatar una revolución que tome el poder, con la organización de ocho tipo de comandos  operativos, que abarcaba desde los clandestinos a los exiliados y el dispositivo de prensa.
Detalladamente Cooke describe las capacidades de accionar del movimiento obrero mediante el sabotaje y la agitación sobre las condiciones objetivas y “el nivel revolucionario popular”, la “descomposición del adversario” militar, cómo infiltrarlo y desgastarlo hasta definir el Momento de la Insurrección.
Aquí se “corta” el hilo y el 1º de septiembre de 1957, Perón le contesta que el plan de Cooke es “bonapartista”. En junio de 1958 Perón le quitará a Cooke el grado de representante personal luego de una intensa campaña de intrigas y desgaste que una banda de burócratas oportunistas realizan contra Cooke frente a Perón.
Lo que diferencia justamente a Cooke de los burócratas, y lo que le valdría el respeto de Perón es justamente la coherencia no obsecuente. Cooke redobla la apuesta y en 1962 le dice a Perón que “si eligió ciegos (para la dirección), déles un bastón blanco a cada uno para que no se los lleve  por delante el tráfico de la historia, porque seremos todos los que quedaremos con los huesos rotos”.
Y en una carta del 3 de marzo de 1962, Cooke exhorta a Perón: “Defina al  movimiento como lo que es, como lo único que  puede ser: un movimiento de liberación nacional, de extrema izquierda en cuanto se propone sustituir al régimen capitalista por otras formas sociales, de acuerdo a las características propias de nuestro país”.
Cooke exhorta a Perón a dar una definición tajante, sobre el carácter revolucionario del peronismo en cuanto a movimiento de liberación nacional, que no dará, pero da cuenta del nivel de discusión que se estaba dando: “Si Ud. no ha hecho un pacto con el Diablo y sigue siendo mortal, cuando Ud. desaparezca también desaparecerá el movimiento peronista porque no se ha dado ni la estructura ni la ideología capaz de permitirle cumplir tareas en la nueva era que ya estamos viviendo.
El 21 de febrero de 1966 se cierra el intercambio entre Cooke y Perón que desde hacía años era apenas una serie de informes por parte del primero para con el segundo. Desde La Habana, Cooke le dirá finalmente a Perón: “Usted es invulnerable a mis razones”.
Cooke con Ernesto "Che" Guevara

 Cooke define

“Los revolucionarios no queremos la muerte, queremos la revolución”.

“Cualquier tentantiva  de realizar  una lucha de liberación nacional dentro de los carriles de la pseudo legalidad liberalburguesa es un contrasentido”.

“Hacer alianzas electorales y mangonear votitos para pegar algunos gritos en el Parlamento, son gritos que nadie escuchará ni nada remediará”.

“América está demasiado llena de varones prudentes y administradores prolijos del buen sentido”. (En la I Conferencia de la OLAS –Organización Latinoamericana de Solidaridad- en 1967 sobre los burócratas)

“Lo burocrático es un estilo que presupone operar con los mismos valores que el adversario, es decir, una visión reformista, superficial y antitética de la revolucionaria”.

“En un frente de lucha, con el policlasismo estamos todos de acuerdo, pero la ideología sólo puede ser o la revolucionaria del proletariado o la burguesa”.

“El peronismo tiene los enemigos que se merece, lo que no se merece son sus amigos”.

“Los cuadros pigmeos del peronismo, el día que el pueblo los cuelgue no se enterarán de que mueren simplemente por estúpidos”.

“País por país, en Latinoamérica hay una línea que es la revolucionaria de liberación nacional y otra que es reaccionaria. No hay intermedios”.
                                                           
“El único nacionalismo auténtico es el que busque liberarnos de la servidumbre, ese es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares”  (Cooke entrevistado por el Che Guevara en La Habana).

“Los que piensan en conciliaciones entre clases o en paternalismos equilibristas están al margen del tiempo como los que hablan de corregir los ‘abusos’ del capitalismo”.

“Sólo ganan las batallas los que están en ellas”.

“El peronismo es el hecho maldito del país burgués”.

“Cuando culmine el proceso revolucionario argentino, se iluminará el aporte de cada episodio y ningún esfuerzo será en vano, ningún sacrificio estéril, y el éxito final redimirá todas las frustraciones pasadas”.

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